En Mendoza la producción forestal asciende a unas 10 mil
hectáreas de álamo. Desde el Gobierno, a través de la ley 25.080, se
intenta incentivar el desarrollo del sector.
La producción forestal (Silvicultura) de Mendoza no pasa hoy por su mejor momento, si bien hay intención de sectores del Gobierno que intentan buscarle a la actividad un rumbo cierto en función de lograr rentabilidad, sobre todo para los productores forestales. La actividad no se mantiene estable desde hace muchos años en el sentido de que los que forestan son productores tradicionales y no ingresan nuevos inversores al negocio. Además, la actividad no se presenta tan atractiva con relación a otros cultivos donde el ciclo de producción es más corto y más rentable. Por otra parte, para algunos productores la Ley 25.080 –que establece incentivos del Estado nacional para el desarrollo del sector y a la que Mendoza adhiere seduce, pero no entusiasma. “La ley es como un llamador pero un proyecto no se puede llevar adelante solamente con los beneficios que otorga la ley. Para poder forestar hay que complementar esta norma con un proyecto forestal de una superficie en escala en no menos de 100 hectáreas. Menos de esa superficie serían proyectos complementarios que tienen que estar apoyados en otra actividad agrícola”, explica el ingeniero Alejandro Toso, asesor forestal.
La producción en Mendoza, si bien no hay un relevamiento preciso, se
estima que se acerca a las 10 mil hectáreas de álamo. Más del 95% de la
producción forestal se concentra en Valle de Uco, aunque también hay en
General Alvear y en Lavalle, y fundamentalmente en todos los oasis de la
provincia.
Hay distintos nichos para potenciar la actividad forestal bajo riego,
como la que se hace en Mendoza: uno son las cortinas en los canales de
riego como cultivo complementario o protección de otra actividad
agropecuaria. Otro son los macizos forestales para aprovechar las
distintas calidades del suelo, siempre que haya agua suficiente. En
Mendoza, la zona del Valle de Uco, entre Tunuyán y Pareditas, desde la
ruta 40 hacia el este, es una zona muy fría con buena calidad de agua y
tierras con diversas categorías. Es una zona potencialmente interesante
pero con un manejo adecuado de la forestación. Los proyectos forestales
necesitan escala porque no resisten costos fijos intensivos tan altos.
La forestación tiene bajo margen de utilidad pero poco riesgo, por lo
tanto hay que implantar grandes superficies para que rinda
económicamente. En línea con eso no se pueden tener costos como en un
cultivo intensivo, por ejemplo una hortícola. Desde el Área de
Forestación del Ministerio de Agroindustria y Tecnología de Mendoza
explicaron que la visión actual en la política agropecuaria forestal
tiene que ver con diseñar un plan estratégico del sector.
El destino más elemental es la cajonería, que demanda un tiempo no
menor a 7 años del cultivo plantado, y a medida que se quiera generar
otros destinos, como carpintería o construcción, hay que acercarse a los
10 a 12 años para conseguir otro diámetro de madera.
“Este plan nos va a permitir tener una visión completa de la cadena.
Está claro que en la provincia hay una gran demanda insatisfecha de
madera, ya que aquí se destina a la construcción –con alto valor
agregado en carpintería en álamo–; los casi 100 millones de kilos de
fruta que se mueven en la provincia lo hacen en cajones de madera de
álamo. También todo lo vinculado a la vitivinicultura con postes y
estructura de viñedos, y la mueblería. El álamo bien procesado permite
tener muebles con una relación costoprecio bastante importante”, explica
Leonardo Miranda, a cargo del área forestal provincial.
Cabe destacar que la forestación tradicional no resiste el análisis
económico de un riego con pozo y los costos de energía que esto supone.
Entonces si un productor tiene una propiedad que tiene riego por turno y
un espacio aprovechable para forestación, allí podría ingresar con los
beneficios de la Ley 25.080 y pasaría a ser algo más atractivo el
negocio.
Otro tema importante es que el ingreso a la actividad forestal tiene
que ser con un manejo adecuado de la plantación. A diferencia de lo que
se cree, la silvicultura es un cultivo que lleva un tratamiento
agronómico específico que si no se hace podría ser contraproducente y lo
llevaría a obtener una baja calidad de la madera, obviamente con
impacto en el precio final.
“Entendemos que una parte de la matriz productiva de Tunuyán y del
Valle de Uco es la forestación, porque no solo cumple la cuestión
económica sino la ambiental. Es una plantación que se puede hacer en
lugares en donde los rendimientos para otros cultivos no son tan buenos.
Estamos tratando de que el industrial apoye al productor y que este
entienda que el árbol es una planta que requiere cuidados como cualquier
otra, tal como una verdura o una fruta. Es una inversión a largo plazo
que se poda, se abona, se riega, etc. Vamos a hacer pruebas de
rendimiento utilizando métodos que nos va a dar la Facultad de Ciencias
Agraria para trabajar con mejor rendimiento la madera”, dice Alberto
Pont, director de Desarrollo Económico de Tunuyán.
Desde el sector, lo que se solicita es una reingeniería del planteo
forestal bajo riego, evaluar lo que está y por qué no se sigue
forestando. “Si una actividad no crece no es por la inoperancia del
productor sino porque de alguna forma no le encuentran la vuelta
económica para seguir haciéndolo”, dice Toso. En ese sentido, una
recientemente creada Mesa Forestal, conformada por los sectores
gubernamentales, productores, industriales y académicos, va a tratar de
explorar al máximo cuál es el diseño racional para llevar adelante una
forestación de gran escala. Ahí sí la integración sería en función de
llevar adelante que ya se tiene pero con ambición de generar una gran
producción.
Toso expone: “En Mendoza, para armar una cuenca forestal interesante
para exportar tenemos que producir por lo menos 10 mil hectáreas
forestadas, donde se logre un flujo de provisión de madera estable por
lo menos durante 15 años”.
Lo que es claro es que no ha habido una política de promoción
sostenida en el tiempo; son cultivos de largo alcance, por lo que una
gestión no alcanza. Por eso la necesidad del plan estratégico que desde
el Gobierno provincial pretenden lanzar en marzo como línea directriz
del plan de ordenamiento territorial rural. “Estamos poniendo al
forestal como un elemento fundante de la ruralidad de la provincia de
Mendoza”, dicen desde el área oficial.
Otro tema a considerar es la oportunidad que tiene la provincia con
el proyecto de ley de protección de tierras. El primer relevamiento
habla de 13 mil hectáreas que están abandonadas o improductivas y que
están servidas por canales de riego. Espacios que perfectamente podrían
incorporarse a la estructura forestal de la provincia. Si se logra poner
a disposición esas tierras al sector productivo, seguramente el
forestal va ser un destino mucho más importante por sus características,
dado que no es intensivo en el uso de mano de obra, es una inversión a
largo plazo, permite un manejo del tiempo más oportuno para poder
venderlo y es resistente a las contingencias climáticas.
También hay mucha potencialidad en los acres (áreas de cultivos
restringidas), que son las aguas que se generan con el tratamiento de
los efluentes urbanos. Esa agua restringida para otros cultivos es apta
para el álamo. La Facultad de Ciencias Agrarias también está haciendo su
aporte, ya que ha desarrollado una línea de clones versátiles a
distintos tipos de suelo, lo que permitiría cultivar en zonas que no se
puede utilizar para otros fines.
Para la ingeniera Natalia Naves, Técnica Regional para Cuyo de la Dirección de Producción Forestal del Ministerio de
Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, “es necesario que el
Gobierno provincial mantenga este espacio en el tiempo (refiriéndose a
la Mesa Forestal). Que ésta se reglamente y se le asigne la función de
una unidad de gestión, para que pueda asesorar a las autoridades
nacionales, provinciales y municipales en todos los asuntos que se
refieran al desarrollo del sistema foresto-industrial de la provincia,
así como sugerir y propiciar la adopción de medidas tendientes al
cumplimiento de los fines que se hayan propuesto desde el Gobierno
provincial”.
La industria
La integración productor/industria es un anhelo de siempre. De hecho
existe una vinculación entre forestadores grandes y medianos e
industrias grandes por un tema de mercado. Un industrial mediano-grande
no puede arriesgarse a no conseguir madera todos los años, y de alguna
manera tiene un arreglo implícito con el productor para que este le
reserve la madera por dos o tres años.
Por otro lado, los industriales tienen su techo en el producto
terminado y tampoco pueden pagar sobreprecios de la materia prima porque
después no le cierra su cuenta empresarial. Si bien es cierto que el
productor piensa que el industrial se queda con toda la renta, lo real
es que si este tiene buena calidad de madera y alta factibilidad de
provisión, seguramente va a transferir parte del beneficio a la materia
prima. Cuando hay un productor que tiene calidad y cantidad puede
obtener una renta cercana a la aspirada.
En Mendoza hay dos grandes productos industriales que son la pulgada
–para construcción y carpintería– y los cajones, y en las dos áreas hace
falta tecnología en la producción.
“Al sector industrial en Mendoza le falta mucha tecnología, que es la
única forma de competir. En fabricación de envases de madera (cajones)
si no es con tecnología no se puede competir contra la caja de cartón.
La madera que se consigue en Mendoza no es mala y se está mejorando, lo
que pasa es que es un largo proceso de por lo menos 10 años”, explica
Martín Obredor, de la empresa Madepa.
Leonardo Miranda aclara que “la necesidad de tener una política
forestal que se fundamente en un plan estratégico con una visión de toda
la cadena, es clave. Teniendo en claro que hay una demanda
insatisfecha deberíamos ser capaces de potenciar el resto de los
eslabones para dar atención a la demanda. Necesitamos más hectáreas, más
superficies cultivadas y más industrias”. En ese sentido, desde el
Gobierno no se deja de barajar la formación de organizaciones
asociativas que permitan formar una estructura comunitaria de base local
y que permita que esa rentabilidad que se genera con el procesamiento
de la madera, se reparta de manera equitativa entre productores e
industriales.
“Sin lugar a duda, incorporar a los productores en otros eslabones de
la cadena sería una posible solución que aumentaría la rentabilidad de
la producción primaria. A modo de ejemplo, de manera muy sencilla, uno
puede incorporar valor agregado a la producción primaria mediante una
primera industrialización de aserrado, la cual perfectamente se puede
realizar a campo mediante el uso de un aserradero móvil. Esto permitiría
al productor vender pulgadas (tablas) en vez de toneladas de madera.
Tendrá consecuencia directa en el precio de la venta de su producción,
en el rendimiento del flete al trasladar, y en el uso y aprovechamiento
de las costaneras y del aserrín generados por el aserrado del rollizo en
el campo”, argumenta Natalia Naves.
“Hoy somos el único municipio que está sentado en la Mesa Forestal
discutiendo seriamente lo que es la producción de madera. Estamos
apuntando a terminar la cadena completa, desde el productor hasta el
carpintero y la comercialización. La idea es terminar encuadrando todo
en un plan forestal a 20 años. Si no le agregamos al sector valor
agregado, se va a seguir vendiendo la madera como hasta ahora, sin
utilizarla como se debe, sin eficiencia. Hoy los precios permiten que el
maderero se mueva un poco más cómodo. No es una industria que se haya
especializado, y lo que queremos ofrecer son números claros para que el
productor sepa qué puede lograr de acá a diez años si sigue los
procedimientos adecuados”, dice Alberto Pont.
“El hecho de que el productor piense en armar un aserradero lo veo
poco productivo porque la ac- tividad industrial tiene mucho
conocimiento de la actividad misma que no está en los libros; hay que
tener mucha experiencia para poder aprovechar la madera de los álamos en
su totalidad. Es más fácil que los productores se integren con un
industrial a que se integren entre sí para hacer un aserradero”, explica
Toso.
“Sería bueno para el sector, así como la producción tiene subsidios,
contar con algunas líneas de créditos a tasas subsidiadas y con alguna
forma de amortización impositiva especial, de esa tecnología. El
problema es que el industrial le baja el precio a la madera porque con
la tecnología que tiene le sale muy caro su producción, y para que le
resulte más barato, lo termina ajustando en los costos de la materia
prima. Eso tiene una contra para el industrial: si paga poco, la madera
no va a ser la mejor”, recalca Obredor.
Principales variedades, usos y precios
Distintos son los productos y los fines específicos en los que se
puede utilizar el recurso forestal. Es así que encontramos entre las
variedades predominantes al álamo, con un amplio aprovechamiento según
su tipo. El álamo grueso o pulgada (desde 80 cm de diámetro en adelante)
es utilizado generalmente para la producción de muebles, puertas,
ventanas, tablones y hasta lápices, tiene un valor de unos $ 280 por
tonelada.
El álamo denominado cajonero –que tiene un diámetro de entre 50 y 60
cm–, justamente porque entre los principales fines está el de fabricar
cajones para la fruta, tiene un valor aproximado de $250 la tonelada. El
álamo blanco, usado entre otras cosas para hacer palitos de helados y
bajalenguas, tiene un costo de $230 la tonelada, y por último el sauce
se comercializa a $200 la tonelada.
Los álamos (Populus spp) son especies de la familia de las
salicáceas. Dicha familia botánica se encuentra dentro del tipo
espermatófita, clase dicotiledóneas, subclase arquiclamídeas y orden
salicales, grupo amentiflora.
En Mendoza, para la forestación se utilizan generalmente las especies híbridas Conti 12, 214, Harvard y Cahtif.
Un vivero para la provincia
Desde el Municipio de Tunuyán se ha impulsado la puesta en marca de
un vivero municipal, con la ambición de que se convierta en un vivero
provincial. Con una extensión de 3 hectáreas se busca lograr distintas
variedades de calidad, sobre todo en álamos. “Creemos que a partir de
este año vamos a dejar asentada una propuesta de la parte gubernamental
de la provincia y el departamento de Tunuyán en el tema forestal”, dice
José Salatino, a cargo del vivero. Este vivero va a significar mucho
para el productor porque se va a mejorar genéticamente las plantas con
un material con el que se cuenta y con características inéditas.
“Tenemos material que hemos traído del sur del país y que se han
adaptado bien a la zona o clones que se adaptan al secano. Se han hecho
pruebas y el resultado lo vamos a tener en este vivero. Creemos en una
transformación en materia forestal con una jugada trascendental”, indica
Salatino.
En el vivero se pretende implantar unas 10 mil estacas de clones
certificados, lo que va a significar en la temporada 2014-2015 unas 100
mil plantas. La idea es que aquellas empresas privadas interesadas en
seguir cuidando la genética y pureza de los clones de las variedades que
se implanten puedan proveerse de ello, en este vivero. También la
Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo está acompañando el proceso
en la certificación de la pureza de los clones.
“Creo que el negocio no es rentable porque no hay suficiente valor
agregado. Hoy estamos dando el primer paso en la búsqueda de los clones,
con las variedades que se adapten bien a la zona y que sanitariamente
sirvan. Nuestro gran desafío es buscar esa cadena de valor que solo lo
hacen hoy los grandes pulpos económicos y no dejan que los pequeños
productores crezcan”, concluye Salatino.
¿Por qué forestar?
La forestación permite:
*Producir materia prima, cuya demanda provincial, nacional y mundial,
está insatisfecha y en aumento. *Ofrece servicios ambientales positivos
(protección para el hombre, los animales y el cultivo).
*Dinamizar la
economía.
*Crear nuevos puestos de trabajo . Ley 25.080 de Inversiones
en Bosques Cultivados
Con el propósito de desarrollar el sector foresto-industrial, se
promulgó en el año 1998 la Ley Nacional 25.080 de Inversiones en Bosques
Cultivados, para generar incentivos desde la inversión en la actividad
forestal hasta la transformación industrial de sus productos. Esta ley
fija en un período de 50 años condiciones invariables de cargas
tributarias para las tareas forestales y su aprovechamiento, o bien
cosechas de bosques desde su implantación hasta su comercialización.
Brinda apoyo económico no reintegrable para las actividades de
plantación, tareas silvícolas (poda, raleo y manejo de rebrotes) y
enriquecimiento del bosque nativo. Otorga un monto no reintegrable hasta
300 ha/año (el 80% del costo de implantación) y de 301 a 500 ha/año
(20% del costo de implantación)
Beneficios nacionales: Estabilidad fiscal: Hay que presentar un
listado de los impuestos sobre los cuales se solicita estabilidad fiscal
(30 a 50) . Impuesto al Valor Agregado (IVA): Se devolverá el IVA
correspondiente a compra o importación de bienes, servicios destinados a
inversión forestal del proyecto (se determinará por AFIP). Impuestos a
las Ganancias: Inversiones de bienes de capital se podrán amortizar.
Impuestos a los activos o al patrimonio: Los titulares de plantaciones
forestales estarán exentos de todo impuesto vigente o a crearse referido
a los activos de los emprendimientos forestales. Valúo de Reservas: El
incremento del capital de la forestación en pie no será considerado como
ganancia gravada en Impuesto a las Ganancias. Están exentos de
impuestos: Aprobación de estatutos, contratos, vinculadas a la
organización de emprendimientos, impuestos a los sellos, etc. Apoyo
económico no reintegrable a bosques implantados. Beneficios provinciales
Los predios forestados estarán exentos de:
- Impuestos a los Ingresos Brutos
- Impuestos a los sellos
- Eliminación del canon de guías a bosques de cultivos.
Redacción Sebastián Pérez Dacuña - Luis Martinez Patricia O. de Chirca contacto@entornoeconomico.com